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El 11 de abril, se conmemora uno de los episodios más dramáticos de nuestra historia, la acción de Salsipuedes. En los inicios del Estado Oriental, las autoridades locales y los estancieros-propietarios al norte del Río Negro reclamaban al gobierno central una acción efectiva en relación a los robos, abigeatos, contrabando y faenas de cueros en las que participaban los "indios infieles" charrúas y minuanes. En los últimos meses de 1830 los reclamos fueron constantes. El 28 de diciembre Fructuoso Rivera, José Ellauri y Gabriel Antonio Pereira, firmaron el denominado "acuerdo", que establecía una salida del presidente por la campaña y una acción efectiva contra el contrabando en la frontera. Un mes más tarde las autoridades informaban que habían "embargado en Paysandú y Salto un considerable número de corambres" y se había aprehendido a algunos criollos quienes "trafican con los salvajes". Solucionado en parte el problema del contrabando, la correspondencia oficial da cuenta de cómo se organizó la acción de Salsipuedes, que se concretó el 11 de abril de 1831. El parte oficial constató la muerte de 40 amerindios y el apresamiento de 300, quienes fueron enviados a la cárcel o repartidos entre las familias de Montevideo para incorporarse al servicio doméstico o el trabajo en las estancias. También se ofrecieron cautivos sobrevivientes a los capitanes de buques extranjeros, se propuso enviarlos a la Patagonia, y François de Curel llevó, en 1833, a cuatro de ellos -Vaimaca Perú, Senaqué, Tacuabé y Guyunusa- a París como "objetos de estudio".
El Uruguay no fue una excepción en cuanto al destino que sufrieron los pobladores originarios. Campañas de exterminio y sometimiento, expulsión de sus tierras como consecuencia del avance de la propiedad privada y del individualismo agrario, se dieron también en otros países americanos, en África y en Oceanía.
Este episodio nos permite reflexionar sobre el lugar y el destino que los sectores dirigentes de los nuevos estados nacionales asignaron a estos grupos sociales que previamente habitaban el territorio, con formas de organización social, económica y cultural distintas.
A medida que pasó el tiempo, la construcción de la memoria en relación a los grupos indígenas que poblaron el territorio de la actual República Oriental del Uruguay, también fue cambiando. El "indígena", inicialmente visto como enemigo, "salvaje" y "belicoso", se afirmó en la memoria colectiva como un símbolo del valor y de la libertad, especialmente los Charrúas, que no fueron los únicos grupos amerindios que habitaron la región.
En ese marco, los artistas y los intelectuales lo incorporaron a sus obras: Pedro Pablo Bernúdez en su drama El Charrúa, Juan Manuel Blanes en El ángel de los Charrúas, Nicanor y Juan Luis Blanes en las esculturas de Zapicán y Abayubá, Francisco Bauzá en su obra historiográfica, y Juan Zorrilla de San Martín en Tabaré.