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TALLER DE INVESTIGACIÓN, CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN
Primera parte
Encuentro de dos caravanas beduinas (Caravana en el desierto)[1] Autor anónimo, sin fecha (segunda mitad del siglo XIX) Óleo sobre cartón 31,7 x 22,4 cm MHN 2976
Introducción
En la primera entrega de este artículo se aborda el análisis de una pequeña pintura, de filiación romántica y carácter esencialmente decorativo, aunque su tema la vincula a una corriente prestigiosa y problemática, como es el “Orientalismo”. En la segunda parte se expondrá su estado de conservación y el proceso de restauración aplicado, tanto a la pintura como al marco, ya que presentaban, en conjunto, suciedad y deterioros apreciables.
La obra pertenece a la colección de la sede del museo quinta de José Batlle y Ordóñez, donde se conserva otra pintura de tema oriental, “Beduinos en una mezquita”.
El “Orientalismo”
A lo largo del siglo XIX, con la progresiva presencia europea en África y el Próximo Oriente, la temática costumbrista, paisajística y arqueológica sobre esas regiones se impuso en el arte europeo. De la mano de la penetración imperialista, en aumento a medida que avanzó el siglo, pero también de la sensibilidad romántica y su atracción por el exotismo, los pintores realizaron excursiones y estadías en dichos territorios, en un doble carácter creativo y documental, a veces en el marco de misiones diplomáticas o militares. La obra de Eugène Delacroix (Charenton-Saint-Maurice, 1798-París, 1863), uno de los principales artistas del romanticismo francés, ejemplifica esta situación. En 1832 realizó un viaje a Marruecos, acompañando la misión enviada por el rey Luis Felipe de Orleans para estrechar lazos con el sultán marroquí, Moulay-Abd-Er-Rahman, y obtener su neutralidad frente a la próxima invasión de Argelia. Resultado de esta experiencia fueron sus obras “Mujeres de Argel” (1834), “Los posesos de Tánger” (1837), “Boda judía en Marruecos” (1841), “Jinete árabe” (1849) y “Retrato del sultán de Marruecos” (1862), entre otras, además de multitud de bocetos y apuntes. De ese recorrido llevó consigo a Francia una colección de objetos, armas, cerámicas e instrumentos musicales, conservados en el museo Delacroix. Dichos apuntes y piezas fueron utilizados por el artista para recrear en su taller el ambiente oriental.[2]
Eugène Delacroix, “Mujeres de Argel” (1834), París, Museo del Louvre
Avanzado el siglo XIX artistas como Jean Léon Gérôme (Francia, 1824-1904), académico y virtuoso artista “pompier”, abordó también esta vertiente en una mezcla de perfección técnica con fuertes cargas de sensualidad, e incluso, perversidad, como sucede con “El mercado de esclavos” (1866) o “El encantador de serpientes” (ca. 1865). A ellas podemos sumar “La cita” (dos versiones, 1840 y 1844), “Reclutas egipcios cruzando el desierto” (1857), “El mercader de alfombras” (1887) y “La terraza del harem” (1898).
Pero no solo los artistas franceses sintieron la atracción por el Oriente. El escocés David Roberts (Stockbridge, Edimburgo, 1796 - Londres, 1864) realizó largos viajes por Egipto, Tierra Santa y España, cuya herencia islámica resultó muy atractiva a los románticos. Pintó un gran conjunto de detalladas acuarelas, que fue publicando en distintos libros, por ejemplo The tourist in Spain and Morocco by Thomas Roscoe. Illustrated from drawings by David Roberts, London, Robert Jennings and Co., 1838.
El “Orientalismo”, nombre con el que se conoció a este movimiento, ha sido vinculado a la penetración imperialista de la Europa industrial en África y el Oriente Próximo. Las imágenes resultado del trabajo de estos artistas viajeros se insertaban en libros de viajes e informes diplomáticos, en memorias de exploraciones geográficas, o podían ser contempladas en exposiciones, constituyendo una fuente básica de información sobre el paisaje, los tipos humanos, medios de transporte, costumbres, etc., todo lo cual aumentaba el conocimiento necesario a las potencias para efectivizar su dominio, además de contribuir a la construcción de un imaginario sobre oriente y sus culturas. En Orientalismo, obra que causó fuertes polémicas en su momento, Edward Said escribió:
… los franceses y británicos – y en menor medida los alemanes, rusos, españoles, portugueses, italianos y suizos- han tenido una larga tradición en lo que llamaré orientalismo, que es un modo de relacionarse con Oriente basado en el lugar especial que este ocupa en la experiencia de Europa occidental. Oriente no es solo el vecino inmediato de Europa, es también la región en la que Europa ha creado sus colonias más grandes, ricas y antiguas, es la fuente de sus civilizaciones y sus lenguas, su contrincante cultural y una de sus imágenes más profundas y repetidas de lo Otro. Además, Oriente ha servido para que Europa (u Occidente) se defina en contraposición a su imagen, su idea, su personalidad y su experiencia.[3]
Repercusiones del “Orientalismo” en el Río de la Plata
Entre los meses de diciembre de 1846 y enero de 1847 Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, Provincias Unidas del Río de la Plata 1811-Asunción del Paraguay 1888) realizó un viaje a Argelia participando, como integrante de la elite letrada de la periferia, en el interés por el mundo oriental, que manifestaron los intelectuales y artistas europeos. Observando la sociedad local profundizó en su pensamiento sobre las sociedades que consideraba retardatarias del progreso, entre las cuales se encontraban también las del Río de la Plata. Reflexionó en el peso que la religión imponía a los argelinos y reforzó sus ideas acerca de las posibilidades de transformación social a través de la inmigración y el trasplante de población europea a Argelia y al Río de la Plata como forma de superar el “atraso” y las costumbres que no condecían con las del liberalismo y las sociedades “civilizadas”. Encontró similitudes entre los beduinos y los gauchos, y evocó la Pampa al cabalgar por el desierto.[4] En Facundo detalló las proximidades que reconoció entre las pampas de la lejana América del Sur y el Oriente:
Esta extensión de las llanuras [se refiere a la Pampa] imprime, por otra parte, a la vida del interior, cierta tintura asiática, que no deja de ser bien pronunciada. Muchas veces, al salir la luna tranquila y resplandeciente por entre las yerbas de la tierra, la he saludado maquinalmente con estas palabras de Volney, en su descripción de las Ruinas: La pleine lune à l´Orient s´élevait sur un fond bleuâtre aux plaines rives de l´Euphrate”. Y, en efecto, hay algo en las soledades argentinas que trae a la memoria las soledades asiáticas; alguna analogía encuentra el espíritu entre la pampa y las llanuras que median entre el Tigris y el Éufrates; algún parentesco en la tropa de carretas solitaria que cruza nuestras soledades para llegar, al fin de una marcha de meses, a Buenos Aires, y la caravana de camellos que se dirige hacia Bagdad o Esmirna.[5]
En otra de sus obras, Sarmiento da cuenta también de los efectos de la colonización francesa en Argelia:
Pasadas estas primeras impresiones, la ilusión empieza a desvanecerse empero, y en lugar de las numerosas mezquitas y minaretes, que el viajero espera encontrar entre los compatriotas del Profeta, al subir a la plaza de Orleans, cuyo artificial pavimento sostienen dos órdenes de bóvedas superpuestas, la Europa se presenta de golpe en el plantel del futuro París africano, con sus magníficos hoteles, perfumerías y restaurantes, sus calles flanqueadas de galerías cubiertas como las que avecinan al jardín de las Tuilerías, las murallas por todas partes tapizadas de carteles, que en letrones monstruos y con todo el charlatanismo del affiche, anuncian los objetos de moda, los libros nuevos, las funciones teatrales, y los decretos del Gobernador General. Centenares de carretelas y doscientos ómnibus cambian sin cesar su depósito de transeúntes, sin que las diligencias de seis caballos escaseen, llevando o trayendo colonias de viajeros para los distintos puntos de la Argelia, con visible pavor de los tímidos camellos, a quienes
sorprende y detiene en el camino su enorme mole.[6]
El pintor francés Raymond Quinsac de Monvoisin, quien residió un tiempo en el Plata en la década de 1840, recorriendo también Chile y el Perú pintó, en 1842, sobre una pieza de cuero, una de sus obras más famosas “Soldado de la guardia de Rosas”, a pedido del cónsul del Reino de Cerdeña, Henri Picolet d' Hermillon. Se ha querido ver en este gaucho un símil de tipo humano oriental, americanizado. En los esquemas de representación aprendidos por estos artistas en las academias y talleres, la geografía y los tipos humanos de la Pampa eran representables cómodamente en la forma que aplicaban a los asuntos orientales.[7]
Esta tradición representativa se mantuvo hasta el siglo XX, como puede verse en la obra del pintor austríaco Alois Schram (1864-1919), “Beduino y niña”, de 1904. En ambos casos se hace una minuciosa reconstrucción de las fisonomías, de lo étnico característico, y se lo respalda con una pormenorizada descripción de vestimentas y accesorios que señalan lo exótico y trazan una imagen de lo que es, a ojos europeos, característico de lo diferente.
Raymond Quinsac de Monvoisin, “Soldado de la guardia de Rosas” (1842) y Alois Schram “Beduino y niña” (1904)
Incluso la pintura de Juan Manuel Blanes “Mundo, demonio y carne” (1886) incorpora elementos orientales, en la figura femenina que evoca a las odaliscas, su turbante apenas visible y una piel de leopardo como alfombra, sin contar sus otras telas de asunto bíblico como “La samaritana” o “La casta Susana”, obras de pensionado en Florencia.
Juan Manuel Blanes, “Mundo, demonio y carne” (ca. 1886). Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes
El oriente parece haber seducido, entonces, a las elites locales. La familia Batlle, propietaria de la pintura que da origen a este breve artículo, no parece haber sido la excepción. Culminada su primera presidencia José Batlle y Ordóñez realizó un viaje por Europa y Egipto. De este viaje se conservan diversas fotografías, entre ellas destaca la que muestra la visita del grupo familiar a las pirámides de Giza. Batlle ya había manifestado su interés por África en su juventud, cuando trató de participar en una expedición científica que se estaba organizando en París, en 1879, la cual fue suspendida poco antes de su arribo a la capital francesa.
Batlle y Ordóñez y su familia junto a la esfinge y las pirámides de Giza
La pintura “Encuentro de dos caravanas beduinas”
La obra de la colección del museo que analizamos aquí es un pequeño óleo sobre cartón realizado con un trazo rápido y gran sencillez compositiva. El horizonte está ubicado en la línea media, y aunque esto posibilitaba al artista anónimo el lucimiento en el abordaje de los celestes del cielo y de las tonalidades de la arena ambos aparecen tratados someramente, el primero apenas blanqueado por una nube a la izquierda, mientras que la segunda rompe su monotonía con unas pocas matas de hierbas. La reunión de ambas caravanas forma un ángulo con vértice en el centro de la composición, estando también los camellos y los beduinos trabajados en líneas generales, sin mayor detalle, a través de zonas de color, no delineados. La riqueza cromática de las vestimentas está lograda con toques muy pequeños y alargados de colores vivos, brevemente empastados.
“Encuentro de dos caravanas beduinas” (detalle)
El encuentro se realiza en las proximidades de un oasis, al cual las caravanas iban a aprovisionarse de agua, oasis señalado por las matas de hierba en el ángulo inferior izquierdo. En el lateral izquierdo uno de los beduinos, sobre su camello, agita un paño blanco en señal de saludo o de paz, dado que la escasez de fuentes de agua potable en el desierto obliga a interactuar a distintos grupos que llegan hasta ellas. La pintura parece un boceto, más allá de la filiación romántica de la obra construida a partir de manchas de color.
Desconocemos a su autor y su procedencia. Todavía no hemos podido establecer si fue adquirida en Europa o en Montevideo por la familia Batlle, o si en esta última ciudad solo fue enmarcada. Es también posible que haya sido realizada por un pintor radicado en plaza y que pintaba naturalezas muertas, paisajes o escenas de costumbres fácilmente vendibles a través de diversos bazares de artículos decorativos que proliferaron en la ciudad.[8] No puede descartarse tampoco que sea obra de un aficionado. Una revisión pormenorizada de la documentación del museo y de lo conservado en la casa se hace imprescindible con vistas a avanzar en la determinación de estas cuestiones. En el dorso presentaba una etiqueta deteriorada, que también ha sido sometida a procesos de limpieza y restauración, ya que es el único documento directamente relacionado con la pieza, que nos llevó a plantear las hipótesis anteriores. En esta etiqueta podemos leer:
Pinturería y papelería / de / Ventura & Gurruchaga / Sucesores de Arrizabalaga, Ventura & Ca. / Calle 25 de mayo, 394, esquina Cerro –Montevideo / Especialidad en pinturas finas / Barnices superiores para Coches, Obras, Muebles, etc., etc. / Lunas de espejos de cristal y medio cristal / Gran surtido de papeles pintados: Paisajes, Medallones, etc. / Florones de madera, lisos y esculpidos / Gran surtido de molduras para Cuadros y Espejos / Estampas de todas clases: Grabados, Litografías y Oleografías / Se hacen cuadros y se doran marcos a precios módicos.
Etiqueta pegada al dorso del cuadro
Dados los antecedentes que hemos planteado en las páginas anteriores, la intelectualidad y la dirigencia del Río de la Plata estaban al tanto del mundo oriental. Pinturas como la que tratamos, libros, relatos de viajeros, artículos de prensa, la presencia en los salones de la elite de visitantes, diplomáticos y científicos que recorrieron aquellos territorios resultaron fundamentales en la difusión del estilo oriental. A nivel de la decoración de interiores, los patios y salas “moriscas”, que incorporaban la azulejería, los cielos rasos con “alicatados” y los arcos de herradura o lobulados formaban parte de la arquitectura historicista difundida en Montevideo; un ejemplo es la casa quinta de Eastman sobre la Avenida Agraciada, construida por el arquitecto francés Víctor Rabú hacia 1880.
Víctor Rabú, casa quinta de Eastman, 1880
Incluso en una adquisición incipiente de “antigüedades” orientales el ingeniero Luis Viglione trajo al Uruguay, en 1889, la momia egipcia de una sacerdotisa del templo del dios Min en Akhmin, conservada hoy en el Museo de Historia del Arte.
Esta atracción por oriente continuó a comienzos del siglo XX, por ejemplo en la sede del actual Museo Oceanográfico, sobre la rambla, construcción originalmente destinada a club nocturno, en el cine “Alcázar”, sobre la Avenida Agraciada y en el antiguo cine “Luxor”, sobre Ejido, que aún conserva en su interior algunas decoraciones de inspiración egipcia.
Integrantes de la elite montevideana disfrazados de árabes en La Alhambra a finales del siglo XIX. Imagen tomada de Raquel Pereda, Carlos Alberto Castellanos. Imaginación y realidad. Montevideo, Banco de Boston, Montevideo, 1997
El “Orientalismo”, por difusión y por asimilación de modelos culturales europeos se hizo presente en Montevideo a través de distintas vías, en la arquitectura y la decoración de interiores, en los tapizados, en la pintura, en la literatura, en los disfraces para los bailes del carnaval. Un movimiento cultural más que nos acercaba a los parámetros del Viejo Mundo.
Texto: Lic. Ernesto Beretta García
Taller de investigación, conservación y restauración
[1] El título entre paréntesis es el que figura en la carpeta Nº 2976 del Departamento de Antecedentes e Inventarios del museo. Sumamos uno nuevo, “Encuentro de dos caravanas beduinas”, que nos parece más adecuado a lo que objetivamente se representa en la pintura.
[2] El viaje de Delacroix es analizado por Verónica Uribe en El pintor viajero. Exploración y pintura en la creación moderna, Barcelona, Erasmus ediciones, 2013.
Algunos de los objetos adquiridos por Delacroix durante su estadía en África pueden verse en:
http://www.musee-delacroix.fr/fr/collections/souvenirs-du-maroc/
[3] Said, Edward, Orientalismo, España, Random House Mondadori, Debolsillo, 2008. Edición original Orientalism, USA, Pantheon Books, 1978.
[4] El viaje de Sarmiento ha sido tratado por Darío Roldán en “Sarmiento y el viaje a Argelia. Entre el inmovilismo y la utopía social” y por Beatriz Colombi en "Sarmiento: orientalismo, españolada y prisma europeo", artículos que integran el volumen editado por Graciela Batticuore, Klaus Gallo y Jorge Myers, Resonancias Románticas. Ensayos sobre la historia de la cultura argentina, Buenos Aires, Eudeba, 2005.
[5] Sarmiento, Domingo, Facundo, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1993, pp. 26 y 27.
[6] Sarmiento, Domingo, Viajes en Europa, África y América, Santiago de Chile, Imprenta de Julio Belin y Ca., 1849, pp. 184-185.
[7] Un análisis de este tema se encuentra en Amigo, Roberto, “Beduinos en la Pampa. Apuntes sobre la imagen del gaucho y el orientalismo de los pintores franceses”, en Historia y sociedad, Nº 13, Medellín, Colombia, noviembre de 2007, pp. 25-43.
[8] Desde la segunda mitad del siglo XIX se abrieron en Montevideo casas que importaban y comercializaban pinturas, esculturas y artículos decorativos en grandes cantidades, adquiridos por los sectores altos y una clase media en crecimiento. “Bazar Druillet”, “Bazar Colón”, “Mueblería Caviglia” contribuyeron a la europeización del gusto en sus vertientes italiana, francesa y española. Abordamos brevemente el tema de los bazares de artículos suntuarios en una oportunidad anterior, al comentar la obra de Fiaschi, “Ofelia”, hoy en exhibición en la Casa de Montero, Museo Romántico.
http://www.museohistorico.gub.uy/innovaportal/v/100528/33/mecweb/ofelia?contid=42669