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En el marco del proyecto esculturas que venimos desarrollando, abordamos hoy otra dimensión fundamental para el género de retratos, las mascarillas funerarias.
Estas piezas se realizaban apenas fallecida una persona con la finalidad de conservar sus facciones antes de la desaparición definitiva. Las mascarillas se complementaban con la fotografía de difuntos, ya que también se buscaba conservar “la última imagen”, como si la persona estuviese durmiendo.
A partir de estas mascarillas o de las fotografías era posible a los artistas realizar retratos póstumos de la persona, pero ambientándolos como si hubieran sido hechos en vida. Las mascarillas resultaban fundamentales como modelo para los bustos, fuesen tallados en mármol o fundidos en bronce.
Para la realización de estas mascarillas se convocaba a escultores renombrados, ya que se buscaba una excelente fidelidad, a partir de un correcto uso de la técnica del molde y del vaciado.
El Museo Histórico Nacional cuenta con una serie de mascarillas, que en general no se exhiben al público, correspondientes a figuras destacadas de la vida nacional, entre ellas la de los presidentes Baltasar Brum y Feliciano Viera, y la del pintor Diógenes Héquet.
Héctor Miranda (1885-1915)
Presidió el Primer Congreso de Estudiantes Americanos, en 1908. Se doctoró en Derecho y ejerció el profesorado, siendo catedrático de Derecho Penal y se dedicó también a la Historia. En este campo fue autor de varias obras, Artigas (1905), Las Instrucciones del Año XIII (1910) y La Doctrina de la Revolución (1913). Incursionó en la política, siendo electo diputado del Departamento de Treinta y Tres por el partido Colorado (1914-1915). Vinculado al batllismo, trabajó sobre los derechos de la mujer, de los trabajadores y sobre la colonización agrícola.
Luis Cantú (1882-1943)
Escultor nacido en San José y formado en Italia, centro privilegiado al que acudían los artistas europeos y latinoamericanos, aunque para comienzos de siglo, la preeminencia de Florencia y Roma era compartida con París. Cantú egresó de la escuela de Turín en 1903.
A su regreso fundó la primera escuela de escultura y ejerció la docencia durante varios años, hasta que, en un accidente, perdió una de sus manos. Se dedicó entonces al dibujo.
Firma del escultor “L Cantu” en la base de la mascarilla
Es el autor del monumento a Florencio Sánchez que se encuentra en el parque Rodó de Montevideo, inaugurado en 1937. Se trata de un gran busto de bronce sobre pedestal de piedras, que originalmente estaría acompañado por la figura de un cóndor, figura que se colocó aparte, en el lago de las canteras del mismo parque.
Monumento a Florencio Sánchez
Cóndor separado del proyecto original
La mascarilla
Esta pieza se encontraba guardada en una caja de cartón con envoltorios de papel de embalaje, sin embargo encontramos en otra de las casas del museo el contenedor original de madera de cedro lustrada, con la tapa protegida por un cristal biselado y una chapa en el frente con los datos “Doctor Héctor Miranda + - XXVII – II – MCMXV”.
Caja y mascarilla forman parte de un mismo conjunto, por lo cual corresponde que permanezcan unidas, mostrando a su vez que se trata de una pieza de homenaje para el difunto, de acuerdo a la sensibilidad de la época, y que se diseñó especialmente para ella un contenedor de materiales finos.
Proceso de desembalaje de la mascarilla de Héctor Miranda
La mascarilla se encuentra en buen estado de conservación, presentando apenas pequeñas rayas, grietas y cascaduras, pero sí una acentuada suciedad superficial. En la parte inferior tiene una pieza de madera con orificios de tornillos, orificios que se repiten en la parte inferior de la caja de cedro. De esta forma la mascarilla puede fijarse al contendor y evitar que se golpee en caso de traslados.
Estado original de la caja de cedro
Una vez verificada la solidez del yeso, se optó por realizar una limpieza en seco mediante pinceles suaves y goma de borrar, como forma de eliminar la suciedad superficial de la pieza. Debió tenerse especial cuidado en las zonas donde el yeso retuvo cabellos originales del difunto (pelo y cejas) que todavía se conservan, y que muestran que la mascarilla se realizaba directamente sobre el cuerpo.
Limpieza superficial con pincel
Limpieza con goma de borrar
Testigo de la zona de limpieza, la parte oscura todavía no se intervino
La caja se limpió y pulió para colocar nuevamente dentro la mascarilla y fijarla con tornillos.
De esta forma, el Museo Histórico Nacional continúa con la recuperación y difusión de su acervo, que nos ilustra sobre diferentes aspectos de la vida del pasado.
Lic. Ernesto Beretta García