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Las autoridades españolas, en el marco de la contrarreforma religiosa, impusieron en América la imaginería religiosa. Sin embargo, Montevideo no contó con artesanos capaces de cumplir con esta demanda, por lo tanto, se encargaban las obras más elaboradas a talleres de Buenos Aires, las Misiones o el Alto Perú.

La animación de las imágenes se alcanzaba mediante diversos efectos, los cuales eran potenciados por las penumbras, luces y sombras vacilantes que las velas infundían a los altares.

Las carnaciones se pulían para obtener superficies tersas y brillantes, se realzaba la santidad de las figuras mediante potencias, halos y coronas de plata y oro, su humanidad mediante pelo natural, ojos de vidrio, dientes de marfil, líneas y gotas rojas en relieve para representar la sangre. 

Las imágenes de vestir entran dentro de esta corriente y son llamadas así por estar cubiertas con ropajes de terciopelo y seda, bordados en ocasiones con hilos de oro y plata. Por esta razón, sólo aquellas partes del cuerpo de las figuras que quedaban expuestos debían tratarse cuidadosamente, el resto, era simplemente un soporte de madera, escasamente pulida.

La técnica de la imaginería
                                                                                                                                      Fotos: Ernesto Beretta

La imagen de La Dolorosa, hoy conservada en el Museo Histórico Nacional, es un ejemplo de la iconografía peninsular del siglo XVIII. 

Realizada en madera, el rostro (con rubores en las mejillas y el mentón), el cuello y la parte alta del pecho, así como los antebrazos y las manos, presentan carnaciones color piel.

Los ojos de vidrio y los dientes de marfil se colocaron antes de encolar el rostro al resto de la cabeza, quedando la unión disimulada por el estucado y el policromado. Es muy probable que originalmente la figura poseyera pelo natural, el cual se ha perdido. Hoy la cabeza presenta la pintura de base original color marrón.

Los brazos se articulan con pernos, también de madera, que permiten variar la postura de las manos. Hoy, la imagen ha perdido todos los complementos de plata cincelada, su halo y posiblemente, el corazón atravesado de puñales que sostendría entre sus manos, si seguimos la tipología de representación de esta advocación.

La vestimenta, confeccionada en terciopelo azul oscuro con bordados en hilos metálicos en los bajos del manto y de la túnica, es posterior.

Una inscripción en la base de la cara posterior informa que fue donada por Mercedes F. de Queirolo en noviembre de 1879, lo cual indica la larga vigencia que tuvieron estas imágenes como objetos de culto.

Al momento de efectuar la limpieza, se hallaron dos túnicas de lienzo blanco fino: una inferior, corta y sencilla, y otra más larga y elaborada.

 La técnica de la imaginería
                                                                                                                                       Fotos: Ernesto Beretta

Esta dolorosa es un valioso exponente de las imágenes de culto del siglo XVIII, que nos permite acercarnos a una sensibilidad particular, basada en la emoción y el respeto que estas figuras vivas generaban en los fieles que asistían a los austeros templos del Montevideo colonial.

 

Texto realizado por el Lic. Ernesto Beretta, Encargado del Departamento de restauración y conservación del Museo Histórico Nacional.

                      

Jueves 31 de Octubre de 2013
Archivos adjuntos
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Restauración y conservación de La Dolorosa.
Ministerio de Educación y Cultura