Durante el transcurso del siglo XIX y parte del XX, el duelo fue una de las principales formas de resolver conflictos personales entre varones. Aunque la ley castigaba explícitamente estas prácticas, su uso era aceptado e incluso exigido como parte de la conducta de cualquier hombre respetable.
Las acciones violentas “cuerpo a cuerpo” eran comunes, en especial en el medio rural rioplatense en los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, hacia fines del siglo XIX la profundización del rol del Estado y la afirmación de una sensibilidad burguesa, entre otros aspectos, cambiaron la manera de ver esta realidad.
Fue entonces que los duelos ganaron terreno como la principal forma de responder a ofensas, por parte de los varones de un sector privilegiado de la sociedad. El honor burgués se enarboló como la principal bandera defendida por los hombres de esta clase y defenderlo por las armas, en una exigencia para conservar el prestigio social.
Entre 1920 y 1992 Uruguay fue el único país de Latinoamérica que amparó legalmente esta práctica. A lo largo del siglo XX, el duelo fue parte de las dinámicas del enfrentamiento político. Las declaraciones a través de la prensa fueron en esta etapa una de las principales motivaciones para un lance al punto que la formación en manejo de armas estaba naturalizada como parte de la instrucción de cualquier miembro de la clase política.