En la actualidad entre los pasatiempos que existen el coleccionar objetos de diverso tipo sigue reuniendo adeptos como hace más de cien años.

El MHN ha recibido numerosas donaciones a lo largo de su historia. Su incorporación ha permitido incrementar el acervo e incorporar una serie de colecciones que se vinculan con los intereses en la vida de una persona, que se dedicó a seleccionar, clasificar, ordenar y organizar objetos con un valor determinado. Esas colecciones pasaron de la órbita privada e individual al ámbito público y general, concretando en la mayoría de los casos, el deseo de sus propietarios de legar sus “tesoros” al Museo. La “...expansión de estas instituciones estuvo íntimamente ligada al coleccionismo, (...) [incrementando sus piezas] en el traspaso de las colecciones del ámbito estrictamente privado al público.”(1). Este proceso se produjo a nivel regional y nacional. En el caso del MHN, al igual que en otros museos, el objetivo, luego del ingreso de la colección, fue la protección, la conservación, el estudio y la exhibición de las piezas en un espacio específico abierto al público.

Las prácticas de los coleccionistas se relacionaron directamente al Museo porque al incorporarse sus colecciones las mismas le fueron dándole un perfil determinado al acervo al mismo tiempo que permitieron su incrementación.

El coleccionismo en Suramérica y en el Uruguay, además de emular los criterios de los coleccionistas europeos, desde fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX se vinculó a la realidad histórica y geográfica del territorio, la cual impuso un hacer particular, donde la valoración identitaria, “patriótica” y nacionalista de ciertos objetos fue ilustrativa de esos criterios. Estos son posibles de percibir en muchas de nuestras colecciones. Por ejemplo en la Colección Arqueológica de Carlos Seijo, que se incorporó en 1925 por su disposición y en  la Colección de Roberto J. Bouton, que ingresó en 1940 por intermedio de su esposa Gabriela Trouy.


Coleccionismo arqueológico

Carlos Seijo, investigador, historiador, periodista y pintor carolino, donó su colección de piezas arqueológicas, “cuatro bultos de más de mil quinientos objetos diversos”(2). La donación incluyó además de restos óseos: cerámica, puntas de flechas, lanzas, boleadoras, morteros, núcleos, raspadores, hachas, mano de mortero, disco y rompecabezas. En la carpeta del Archivo de Antecedentes e Inventarios junto al inventario se incluyó información descriptiva de la colección, como dibujos, fotos y mapa de sitios.

Estos dos ejemplos dan cuenta de diferentes prácticas de coleccionismo privado y de los intereses que estos tres varones tuvieron para armar sus colecciones. En próximas ocasiones daremos cuenta de otros coleccionistas así como de las políticas institucionales para acrecentar acervo, es decir el Museo (Estado) como coleccionista.


Dibujo de “alfarería indígena” realizado por C. Seijo.


Pieza de cerámica reconstruida de la colección arqueológica C. Seijo. MHN CAI 42.

Estos objetos fueron recogidos por Seijo en sus salidas de campo por la zona costera del departamento de Maldonado. Su afección por estos objetos y su interés de coleccionarlos comenzó en su adolescencia. Así, en un artículo que escribió para la Revista Histórica que llamó “De Prehistoria” recordó el comienzo de su interés por los restos arqueológicos: “...empecé  a sentir  la afición por  coleccionar objetos  étnicos; afición que debo  realmente a que en el rápido  declive de un promontorio, frente  al mar, donde se levantaba nuestra  provisoria vivienda, descubriera un día dos  hermosos ejemplares de rompe-cabezas con púas.  De ahí que, entusiasmado con el hallazgo, me pusiese  con mis dos hermanos, Ernesto y Maximiliano, a recorrer los  innumerables paraderos, que se continúan desde dicho Rincón de los Píriz,  hasta las altas barrancas de la Playa de los Manantiales. Así, sin interrupción,  fui reuniendo dentro de aquella zona, los más variados ejemplares, que constituyen hoy  la mitad de la colección que poseo”(3)

Además de los lugares mencionados las piezas fueron halladas en varios sitios ubicados a lo largo de la franja terrestre, paralela al océano Atlántico, desde la desembocadura del arroyo de Maldonado y la Barra de Punta del Este hasta la zona de Manantiales, como señala en un mapa de su propia elaboración que acompañó la donación. Incorporando algunos objetos obsequiados encontrados en otros sitios del departamento de Maldonado, Soriano, Tacuarembó, Rocha, Durazno, Montevideo y el Chaco paraguayo.


Mapa de recolección de objetos realizado por el coleccionista C. Seijo, departamento de Maldonado. MHN CAI 42.

En la carta de donación, dirigida al Director Telmo Manacorda, Seijo expresó que con “patriótica satisfacción [entrego] mi colección de objetos indígenas formadas en el transcurso de muchos años de mi vida en la región este de la República (...) [El Museo es el] ambiente donde considero que deben encontrarse como complemento lógico de las demás armas e instrumentos del hombre civilizado recordando cuáles fueron los medios de defensa y de utilidad personal de los naturales en la lucha por la vida”(4). En estas palabras se aprecian varias cuestiones. Por un lado su afán de coleccionista, que implicó varios años de una labor minuciosa de recopilación, obteniendo más de mil piezas entre líticas, óseas y de arcilla, que clasificó y ordenó. Estos objetos estuvieron en exhibición en su casa como un pequeño museo, que desmontó a raíz de la muerte de su madre y la mudanza de la casa materna. Esa situación condujo a Seijo a realizar en 1923 el primer ofrecimiento de donación de su colección al Museo, que finalmente efectivizó dos años más tarde.  


Autor: S.d. Museo Seijo, San Carlos. Papel fotográfico sobre cartón. 21 x 15,08 cm. MHN CAI 42.

Por otro lado se advierte su visión sobre lo que era necesario conservar y exhibir en un museo histórico, aspecto que deja claro en su apreciación del espacio como recordatorio al hombre civilizado de las antiguas formas de vida de los indígenas de la Banda Oriental, como expresa en la carta. El coleccionismo de este tipo de pieza se relaciona con las prácticas de los naturalistas decimonónicos de conservar restos de la fauna, flora y de antiguas culturas que dieran cuenta de la vida en la tierra.

Coleccionismo “bien criollo” 

Roberto J. Bouton, médico montevideano que pasó la mayor parte de su vida en el medio rural, en especial en los departamentos de Florida y Treinta y Tres, murió en 1940. Ese mismo año por legado se incorporó al Museo su colección personal de más de trescientos objetos de la vida rural, junto a sus escritos titulados “Bien criollo” conteniendo anécdotas, tradiciones, recetas, formas de trabajo, descripciones del ambiente de la campaña de los habitantes de la zona fronteriza de Uruguay y Brasil.


Mate con cabo, moldeado o poliglobular. 1900-1940. 17 x 9 x 8 cm. MHN CAI 163, nº 25.


Mate con boca de plata. Calabaza, plata. 1850-1900. 9,3 x 10,8 x 10 cm. MHN CAI 163, nº 206.

El coleccionismo de tipo “criollista” que se reconoce aquí surgió en el afán de conservar un “conjunto de huellas de un pasado en extinción. El Dr. Bouton vio en esta cultura rústica y propia de los hombres y mujeres de la campaña el origen social y cultural de la ‘identidad nacional’, sus peculiaridades y sus rasgos primitivos de autenticidad” (5) por tal motivo no extraña la denominación de sus apuntes como “Bien criollo”.

Ese tipo de objetos reconocibles de una cultura de campaña junto a los relatos sobre trabajos y tradiciones rurales fueron reunidos por Bouton desde su niñez hasta entrada su vida adulta. Desde 1913 hasta 1931 vivió en Santa Clara del Olimar, en Treinta y Tres, donde ejerció la medicina a la vez que incrementó sus colecciones intercambiando muchas veces sus servicios con sus vecinos por piezas de su interés. Al igual que Seijo inició su colección, como se dijo, a edad muy temprana y en una habitación de su casa reunió sus objetos.


Vitrina de la colección Bouton donde se distinguen algunos mates y bombillas de diversos materiales, ubicada en la casa de Roberto Bouton en Santa Clara del Olimar, en Treinta y Tres. Sin dato de autor ni fecha. Fotografía (copia gelatina y plata sobre papel). 11, 01 x 8, 02 cm. MHN CAI 163.


Habitación destinada a la colección de piezas “criollas” ubicada en la casa de Roberto Bouton en Santa Clara del Olimar, en Treinta y Tres. Sin dato de autor ni fecha. Fotografía (copia gelatina y plata sobre papel). 11, 01 x 8, 02 cm. MHN CAI 163.

La donación de la colección transformaba su sentido particular y privado otorgando una visibilidad mayor y de uso público. Así lo expresó la esposa de Bouton en una carta dirigida al Director Pivel Devoto: “esta muestra [es evidencia] de un período de civilización de nuestro pueblo, pasase a integrar los bienes del Museo Histórico Nacional de su Patria. Me complace poner en sus manos (...) este material al que mi esposo consagró horas de amorosa labor y que al incorporarse al acervo de esa Institución, llegará a prestar la utilidad pública que para él soñara como infatigable coleccionista.”(6) 

Una de las exposiciones que al día de hoy se puede visitar en el Museo, en la sede Casa Lavalleja, corresponde a la Colección Roberto J. Bouton, llamada como sus manuscritos “Bien Criollo”. La mayoría de las piezas de la colección de Seijo se encuentran en Casa Ximénez, en el Taller de Conservación y Restauración del MHN, en cuidado permanente y en circulación dada la solicitud de préstamos desde otros museos dentro del territorio, salvo por una vitrina que se halla en Casa Rivera con algunos dibujos, tiestos y piezas reconstruidas de vasijas de cerámica, como la presentada en el artículo. En esta oportunidad quisimos dar cuenta de algunas colecciones que fueron integradas al Museo en la mitad del siglo XX, armadas con ahínco por coleccionistas privados que tuvieron intereses diversos pero compartieron una misma pasión por coleccionar.  

 

Texto realizado por la Prof. Laura Irigoyen

(1)PUPIO, María Alejandra. “Coleccionistas de objetos históricos, arqueológicos y de ciencias naturales en museos municipales de la provincia de Buenos Aires en la década de 1950”, en História, Ciências, Saúde - Manguinhos, vol. 12, enero, 2005, pp. 205-229.
(2)Uruguay, Museo Histórico Nacional (en adelante MHN_uy), Departamento de Antecedentes e Inventarios, Carpeta 42 “Colección Arqueológica”.
(3)SEIJO, Carlos. “De Prehistoria”, en Revista Histórica. Primera Época. Tomo XI, MCMXXIII, nº 33. Montevideo, Talleres Gráficos “Casa A. Barreiro y Ramos” S. A., p. 1491. 
(4) MHN_uy. Departamento de Antecedentes e Inventarios, Carpeta 42 “Colección Arqueológica”. Carlos Seijo a Telmo Manacorda, Montevideo, 14 de noviembre de 1925.  
(5)AZPIROZ, Andrés.“Bien criollo”: La colección de Roberto J. Bouton en el Museo Histórico Nacional, en http://www.museohistorico.gub.uy/innovaportal/file/91926/1/bouton.pdf
(6)MHN_uy, Casa de Rivera, Archivo Administrativo, Libro de Notas, nº 116, expediente nº 52, 1 de agosto de 1940, Juan E. Pivel Devoto a Escribano Dn. Juan A. Bizzozero. Expediente Nº 40, "Asunto: Gabriela Trouy de Bouton: Haciendo entrega de 1 colección de objetos criollos reunidos por el Sr. Roberto J. Bouton y de 3 tomos del libro <>", Montevideo 20 de julio de 1940, f. 11.

 

 

Viernes 15 de Marzo de 2019
Ministerio de Educación y Cultura