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Lunes 27 de Enero de 2014

Cadena Nacional

Intervención del ministro Ricardo Ehrlich en nombre del gobierno uruguayo en la conmemoración anual en memoria de las víctimas del holocausto

Hace 69 años, un 27 de enero, se abrieron las puertas de Auschwitz-Birkenau, el mayor campo de exterminio nazi. Desde entonces nos acompañan imágenes y testimonios que nos muestran, que nos recuerdan, las atrocidades a las que es posible llegar por ideas que enceguecen, que niegan la dignidad del ser humano.

Este día fue designado en 2005, por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, como Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto. En esta resolución, las Naciones Unidas recuerdan que el Holocausto tuvo como resultado que un tercio del pueblo judío e innumerables miembros de otras minorías murieran asesinados”, “rechaza toda negación (…) del Holocausto como hecho histórico” y “condena sin reservas todas las manifestaciones de intolerancia religiosa, incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades basadas en el origen étnico o las creencias religiosas, dondequiera que tengan lugar”.

En este año se cumplen los cien años del inicio de una guerra que fuera llamada con un horrible nombre al que la costumbre terminó vaciando de significación y desdibujara su recuerdo: Primera Guerra Mundial. Nunca más, se dijo luego el mundo frente al altísimo costo en vidas, frente al altísimo costo en humanidad. Sin embargo se recorrió desde entonces un siglo del cual no es posible dejar de recordar una y otra vez los horrores de las guerras, los genocidios, las persecuciones de minorías y las afrentas a los valores supremos del ser humano, como son la solidaridad y la dignidad, sacrificados una y otra vez invocando razones que jamás pueden ser tales y poniendo al servicio de las mismas los mayores y más sofisticados avances del conocimiento en cada momento. Muchas formas han tomado estas atrocidades, desde el exterminio directo hasta las más diversas maneras de exclusión, segregación, discriminación y dominación. La mirada para otro lado, el sentimiento de ajenidad y de lejanía, en el tiempo o en el espacio, han llevado una y otra vez a decir “este no es nuestro problema”, cuando cada una de esas atrocidades hiere al cuerpo entero de la humanidad. Todas las voces, todos los brazos, son imprescindibles para alejar las amenazas de hoy y de mañana y poder crecer como humanidad.

Han pasado casi tres cuartos de siglo desde la liberación de Auschwitz. Aún, cuando se ha avanzado sustancialmente en la adopción de normas jurídicas internacionales sobre derechos humanos, ello no ha evitado nuevos genocidios. Por ello es necesario realizar actos de memoria como el de hoy, no sólo para la condena de la barbarie, de la intolerancia, sino para construir contextos sociales, nacionales e internacionales que contribuyan a que esos terribles males sean impedidos, evitados, y que nunca más ocurran. Los actos de memoria son necesarios para recordar y honrar a los que sufrieron, pero también para recordar y honrar a mujeres y hombres que en todos los tiempos no desviaron su mirada, que actuaron pensando en que el mejor legado era el de la afirmación de la dignidad, en los tiempos de derrota y en los tiempos de construcción de nuevos sueños.

Nuestro país se suma una vez a esta conmemoración, reafirmando que ninguna afrenta contra la dignidad del ser humano nos puede ser lejana o ajena. Nuestra voz y nuestra acción siempre son necesarias. Como nunca, nuestra suerte en cada lugar del planeta está ligada a la de los otros, no es posible desvincular nuestros destinos. Por eso, como nunca, la consigna de la hora es vivir juntos, aprender a vivir juntos. Estas palabras pueden sonar un poco huecas a la luz de las sombras que aparecen una y otra vez en el contexto mundial actual, pero entendemos que es la consigna central del Siglo XXI.

Aprender a vivir juntos implica apostar a construir un mundo de cultura, educación y conocimiento para todos; implica concebir la sostenibilidad del desarrollo apoyado en una cultura de paz, apoyado en una cultura que permita que el ser humano valga por lo que es y no por lo que consume; implica construir nuestras sociedades sobre el principio de la igualdad en derechos, sociedades capaces de disminuir las distancias en su seno y fortalecer la convivencia; implica sentir cada afrenta contra la dignidad del ser humano como un dolor y una pérdida para toda la humanidad; implica combatir permanentemente la intolerancia bajo todas sus formas; significa considerar nuestra formidable diversidad como nuestra mayor riqueza.

Nuestro pasado reciente, en la región y en nuestro país, también nos ha dejado heridas de los tiempos del terrorismo de estado, que requieren que sigamos trabajando todos juntos para cicatrizarlas. La sociedad inclusiva que debemos y queremos construir, de igualdad en derechos, de reconocimiento de la diversidad como una de nuestras grandes riquezas, necesita compartir estos actos de memoria, para poder mirar juntos hacia el futuro.

27 de enero

Cadena Nacional